miércoles, 27 de mayo de 2009

La preparación de un ministro de Cristo

La preparación de un ministro de Cristo

Eliseo Apablaza

En el día de ayer trazamos un diagnóstico bastante oscuro de la cristiandad actual. Alguno pudiera decir: "Eso ocurre en otros lados, no donde yo me reúno". La apostasía avanza en el mundo, por eso necesitamos atender a toda Palabra de Dios para nosotros. No sea que nos deslicemos sin darnos cuenta. El profeta Oseas dice esto muy claramente: "Devoraron extraños su fuerza, y él no lo supo; y aun canas le han cubierto, y él no lo supo" (7:9). La situación de muchos cristianos podría ser esta. Nuestra propia situación podría ser esta. Que no nos quede fuerza espiritual y no lo sepamos. Que nos hayamos envejecido espiritualmente y no nos demos cuenta. Necesitamos, por lo tanto, que el Señor nos lave con su Palabra.

¿Cómo revertir la situación tan oscura que pintamos ayer? ¿Cómo la iglesia podría volver a ser la amada que el Señor espera volver a tener? El apóstol Pablo decía: "Pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo" (2ª Cor. 11:2). El apóstol se sentía como un casamentero, que prepara a un virgen para presentarla ante su amado. Así como el siervo de Abraham fue en busca de Rebeca, y durante todo el camino hacia la casa de Isaac, él le hablaba acerca de su amo, de la dulzura de su voz, de la mansedumbre de su mirada, de su apostura como varón. El apóstol Pablo se sentía como este criado de Abraham. Él hacía todo con el objetivo de que la iglesia fuera embellecida como una virgen pura para Cristo.

¿Cómo la iglesia puede volver a ser pura para Cristo? Nosotros sabemos que en el principio Eva fue tomada de Adán. Nada de Eva fue tomada de la tierra. Adán representa a Cristo, Eva representa a la Iglesia. Todo lo que edifica a la Iglesia procede de Cristo. Nada que no proceda de Cristo puede ser parte de la Iglesia.

Pablo era un ministro de Jesucristo. No era un ministro cualquiera, sino un ministro de Jesucristo. Cuando él escribe su 1ª epístola a Timoteo, capítulo 4, versículo 6, él da un consejo a Timoteo: "Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo …". Pablo deseaba que Timoteo fuera un buen ministro de Jesucristo. ¿Qué es un ministro? En griego la palabra ministro es "diácono". Y diácono significa "servidor". No es uno que sólo sirve a Cristo, sino uno que sirve Cristo a los demás. Les ruego que pongan atención a la diferencia. No se trata de ministrar a Cristo - sí, eso es una parte importante en todo ministro de Cristo-, lo quisiéramos resaltar aquí es que un ministro de Jesucristo también sirve Cristo a los demás, como un servidor.

Imaginémonos un ejemplo. Un garzón en un restaurante. Tiene una bandeja en su mano. Él va a la mesa donde están los comensales. Y sobre la bandeja lleva ricos manjares, y los sirve a los que tienen hambre. Un ministro de Jesucristo también tiene una hermosa bandeja y en esa bandeja hay el mejor manjar del Cielo: pan y agua viva, Cristo pan, y Cristo agua. "¿Tienes hambre? Te ofrezco Cristo. ¿Tienes sed? Te ofrezco Cristo."

La responsabilidad de los ministros

La iglesia va a recuperar la belleza de la novia, la hermosura que le fue reservada, cuando los ministros que sirven a la iglesia sirvan Cristo a la iglesia. Ellos reciben a Cristo y de Cristo, y luego sirven Cristo a la iglesia. En Efesios 4:11 dice: "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros". La palabra "constituyó" sería mejor traducida como "dio". Él mismo dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. La principal responsabilidad para la recuperación de la iglesia la tienen ellos y su tarea consiste en que ministren Cristo a la Iglesia. En la medida que ellos cumplan bien su servicio, toda la iglesia estará capacitada para hacer lo mismo después. Porque el propósito de estos ministerios es el de perfeccionar a los santos, y "perfeccionar" significa también "equipar", "capacitar". Si los ministros hacen bien su trabajo ministrando Cristo a la iglesia, luego toda la iglesia va a ministrar Cristo los unos a los otros.

Luego que los ministros toman de Cristo y lo ministran a la iglesia, todo el cuerpo hará lo mismo. En el versículo 16 dice: "de quien todo el cuerpo …". Hay dos niveles de recuperación del ministerio dentro de la iglesia. Primero están los ministros de la Palabra (v.11), luego está "todo el cuerpo" (v.16), que toma de Cristo y lo comparte el uno con el otro. La hermosura y belleza de la iglesia será recuperada cuando los ministros de la palabra, y luego todo el cuerpo, ministren Cristo a los demás. ¿Cómo si no así se podría lograr el objetivo que está dado en el versículo 13, "que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo"? ¿Cómo la Iglesia puede crecer hasta la estatura de Cristo, si no es con Cristo mismo? Eva no fue tomada de la tierra. La iglesia no va a crecer con elementos humanos. La iglesia crece sólo con Cristo. La iglesia es santa; la iglesia es celestial.

Si los ministros cumplen bien su ministerio; si los ministros fueren cristocéntricos en su vida y en su mensaje, entonces toda la iglesia será también cristocéntrica en su vida y en mensaje. Nosotros sabemos cuán importantes son los líderes en la iglesia. (la palabra 'líder' no es la más adecuada, en realidad, es preferible 'siervos', pero lo usamos porque es un término muy conocido en la cristiandad). Un líder deja su 'huella", su 'marca' en los que están a su cuidado. Si tú conoces una determinada congregación, y tú conversas con ellos, tú puede deducir cómo es el líder. Un líder cristocéntrico, unos ministros cristocéntricos, producirán una iglesia cristocéntrica.

Cómo obtener ministros cristocéntricos

El problema es ¿cómo conseguimos, cómo obtenemos ministros cristocéntricos? Nosotros somos demasiado inteligentes hoy. Tenemos acceso a mucho conocimiento. La ciencia ha aumentado, las ciencias humanas se han desarrollado. Es difícil para un ministro bajar a la sencillez del evangelio. Es difícil descender a la "locura de la predicación", a "la palabra de la cruz". La ciencia y el humanismo ofrecen muchos hermosos vestidos, muchos atractivos oropeles, ideas muy altisonantes. El sencillo evangelio parece asunto de niños, así que -ellos- piensan que hay que embellecerlo. Y cuando lo hacen, lo diluyen, y se transforma en algo que no causa ningún efecto, que no transforma ninguna vida, que no rompe ninguna cadena. No puede generar divinidad en el corazón del hombre. Una de las bellezas del evangelio es su sencillez.

Una de las bellezas del verdadero ministro de Jesucristo es también la sencillez. Habla de tal manera que todos puedan entender, los grandes y los pequeños, los sabios y los ignorantes. Cristo bajó del cielo y se hizo un niño. Él bajó de su trono de gloria y vino a un pesebre. Si los ministros de Jesucristo no pueden descender, no podrán tocar el corazón del hombre sencillo. Algo tiene que ocurrir en los ministros para que ellos puedan ser cristocéntricos. Algo tiene que ser roto, destruido, en ellos. Dios tiene que producir una obra de quebrantamiento muy profunda, de otra manera ellos no querrán volver a la sencillez del evangelio. Tenemos muchas buenas ideas que exhibir, y nos cuesta renunciar a ellas.

La palabra de la cruz de Cristo parece demasiado arcaica. Todo el mundo quiere oír y ver algo nuevo. Nosotros los ministros de la palabra estamos expuestos a ese peligro. ¿Cómo hacer más atractivo un mensaje? "Le voy a agregar esto, le voy a agregar lo otro, para que mis oyentes puedan quedar impresionados". La sabiduría humana ofrece muchas tentaciones a los hombres de Dios, pero "la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: Él prende a los sabios en la astucia de ellos ... El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos" (1ª Cor.3:19-20).

La erudición bíblica ha creado un 'metalenguaje'. Esta es como una segunda lengua, una lengua de especialistas, como la que usa el médico cuando habla con otro médico. Cuando un teólogo habla con otro teólogo habla de cosas que el cristiano común no entiende. Ese lenguaje sólo lo entiende una 'élite', un grupo reducido. Pero ¿y qué pasa con los que no entienden? ¿Ellos se irán al infierno? ¿O permanecerán como niños en Cristo? ¿No hay quién se preocupe de ellos? ¿No podemos descender hasta ellos?

Al final del ministerio de Pablo, la iglesia había perdido la belleza primera. Y entonces surgieron palabreros que hablaban cosas grandilocuentes. Pablo le dice a Timoteo: "¡Cuidado con los que "no se conforman a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo"! ¡Las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo …! Dios tiene que destruir muchas cosas en un ministro de Jesucristo para luego poder reconstruir un hombre que él pueda usar.

Somos como garzones en una gran cena. La bandeja está en nuestra mano. Somos siervos de Jesucristo. ¿Qué hay en nuestra bandeja? ¿Vida o muerte? ¿Cristo o Paulo Coelho, por ejemplo? ¿Cristo, o Rabindranath Tagore? ¿Cristo o Lobsang Rampa? ¿Cristo u Og Mandino?

La Escritura es muy clara cuando dice: "El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1ª Juan 5:12). ¿Podemos ver lo categórico que es Juan? En nuestra sociedad nadie es tan categórico. En nuestra sociedad no hay blanco y negro. Todo es gris. Pero Juan dice: "Esto es blanco, y esto es negro". El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo no tiene la vida. El que ha creído en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo, la ira de Dios está sobre él. Hay una antítesis, blanco - negro, vida - muerte. ¿Qué hay en la bandeja? ¿Cristo o el hombre?

Cristo se hizo pequeño y muy débil. Cristo en la cruz es lo débil de Dios. Paulo Coelho, en cambio, es un hombre grande en el mundo, pero la debilidad de Dios es más fuerte que el más grande de los hombres. No nos conviene, por tanto, ofrecer la grandeza del hombre, sino la debilidad de Dios. En su debilidad, Cristo se hizo nuestro Salvador. ¡Jesús es maravilloso!

En Internet suelen circular muchas listas cristianas. Si usted tiene un correo electrónico seguramente recibe muchos mensajes de esas listas. Le invito a que examine los mensajes y vea cuántos de ellos le ofrecen Cristo, y cuántos le ofrecen alguna filosofía de autoayuda. Haga una estadística. Tal vez un diez por ciento le hable de Cristo como la respuesta a su necesidad. Los demás mensajes le dicen: "Usted puede. Dentro de usted hay algo divino. Usted puede autoperfeccionarse". En esa bandeja no está Cristo. Es por eso que la iglesia está débil, y los cristianos están vulnerables al pecado. ¿Cómo conseguimos ministros cristocéntricos?

Cuando un hombre quiere servir a Dios él tiene la más loable intención. Él tiene una inteligencia, tiene una voluntad, tiene afectos, y de pronto se da cuenta que al intentar servir a Dios con su inteligencia, voluntad y afectos, choca con la inteligencia, voluntad y los propios afectos de Dios. Entonces se produce una pugna. ¿Cómo puedo servir a Dios en tal caso? Comienza entonces un forcejeo. Hay una lucha entre las dos inteligencias, entre las dos voluntades, entre las dos fuentes de afecto. El hombre tiene muchas ideas acerca de cómo servir a Dios e insiste en ellas. En verdad, el Señor nunca anula la personalidad humana. Pero tiene que haber un quebrantamiento, porque es Dios quien tiene que ganar. El momento del quebrantamiento es la etapa crucial, fundamental, en la vida de un ministro. Puede ser sólo un hecho que lo quiebra, como cuando la piedra cae sobre la Roca, y es quebrada, o puede ser una serie de hechos menores pero sucesivos que, finalmente, producen el mismo efecto.

¿Ustedes han experimentado esa lucha, en que ustedes luchan con Dios? ¿Ustedes conocen algo de la experiencia de Jacob en Peniel? Él obtuvo la bendición de Dios, pero durante todo el resto de su vida él quedó cojeando. Jacob venció a Dios, pero fue derrotado también por Dios. Nosotros vencemos a Dios en cuanto obtenemos su bendición, pero somos derrotados en que quedamos rengueando para siempre. Nunca más podremos caminar erguidos. Una de las bellezas del hombre es su forma de caminar. ¡Qué gallardía, qué apostura! Un ministro de Jesucristo no caminará nunca más en forma atractiva. A Dios le interesa más que una cierta clase de obra que nosotros hagamos, le interesa lo que nosotros somos. Si Dios tiene una cierta clase de hombre, él podrá hacer una cierta clase de obra. Primero le interesa obtener al hombre, y después con ese hombre podrá hacer la obra que él quiere.

En la historia de un hombre de Dios hay más fracasos que éxitos. Hoy es tan común oír hablar de los éxitos, pero no todos hablan de sus fracasos. Sin embargo, la Biblia no esconde el fracaso de sus grandes hombres. Cuando un hombre de Dios ha fracasado mucho, entonces conoce mucho de la gracia de Dios. Si no ha fracasado nunca, o muy pocas veces, entonces su corazón será muy duro, será muy severo con los demás, y no tolerará que otros se equivoquen. Un hombre que no ha fracasado no tolerará que un compañero de milicia tropiece. Las más maravillosas experiencias espirituales que he tenido en mi vida, las he experimentado en momentos de gran debilidad, cuando yo no tenía nada que ofrecer al Señor, ningún mérito que mostrarle.

Cierta vez yo me había dejado crecer la barba muy larga. Esa barba reflejaba la amargura y la frustración de mi corazón, porque pensé que ya nunca más podría servir al Señor. Estaba muy desanimado. Entonces asistí a una reunión en que un predicador hablaba acerca de la llenura del Espíritu Santo. Yo lo escuché tres noches. Pero una y otra vez me decía: "Eso no es para mí. Eso es para los espirituales, para los que han logrado agradar a Dios". Al finalizar la reunión del tercer día él hizo una invitación y yo pasé adelante. Y él oró por unos veinte hermanos que pasamos, y sorprendentemente para mí, yo fui lleno del Espíritu. No lo podía entender. Había habido otras épocas buenas en mi vida en que yo había pensado que debía recibir esa bendición.

Cuando era joven, yo era muy arrogante y rebelde. Me habían dicho que yo iba a ser un siervo de Dios. Habían venido varias profecías diciendo eso, y mi corazón se empezó a enorgullecer. Pensaba que yo haría grande cosas para Dios. Pero ¿cuál fue el resultado de eso? Quince años en el desierto espiritual, en que llegué a sentirme como Esaú, el que había perdido su primogenitura. Esaú la procuró con lágrimas, pero no la pudo recuperar. Yo pensaba que era otro Esaú. "Yo estoy perdido; no tengo esperanza". Quince años son bastante tiempo. Pero Dios tuvo misericordia.

Tal vez tú estés pasando por un momento así. Tus grandes deseos de juventud de servir a Dios, tus grandes ideales, tus oraciones parece que cayeron en el vacío. El cielo está cerrado para ti y Dios no escucha. El fuego que estaba en tu corazón se apagó. Otros sirven a Dios con éxito y tú has fracasado. A otros todas las cosas les salen bien, y a ti todo te sale mal. ¿Qué ocurre? Dios está destruyendo algunas cosas en ti.

La preparación de un ministro. Moisés.

Quisiera mostrarles cómo Dios prepara a un hombre para que sea un ministro de Jesucristo. Y quisiera ejemplificarlo en la vida de Moisés y de Pablo. Aunque uno está en el Antiguo Testamento y el otro está en el Nuevo, sus historias son muy parecidas. Los principios de Dios son inmutables.

Veamos a Moisés. Hechos capítulo 7, versículos 22 al 25: "Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras. Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así."

La frase: "Le vino al corazón visitar a sus hermanos", la palabra "visitar" se puede traducir también como "supervisar". La actitud es bastante diferente si tomamos una palabra u otra. Uno visita a otro para alentarlo para ayudarlo. Pero Moisés iba a supervisar a sus hermanos, como si fuera un jefe. La otra frase: "Él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya". Él pensaba eso porque tenía una buena opinión de sí mismo. Estaba equivocado Moisés.

Veamos ahora otro pasaje en Hebreos capítulo 11, versículos 24 al 26: "Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía la mirada puesta en el galardón." ¿Se fijan que aparece Cristo en el corazón de Moisés? Cristo no había nacido todavía (en cuanto a la carne), pero Moisés tenía a Cristo como su meta. No importa si es en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, todos los siervos de Dios han sido siervos de Cristo. Dios dijo de David: "Ese hombre tiene un corazón como el mío, yo me agrado en ese hombre". Pero David decía de sí mismo: "En pecado me concibió mi madre". ¿Cómo se puede entender esta aparente contradicción? Nosotros sabemos que el único en quien Dios se agrada es en su Hijo Jesucristo. Sólo de él dijo: "Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia". Y es que cuando Dios decía de David: "Este es un hombre conforme a mi corazón", él estaba viendo a Cristo en David. ¿Podemos entenderlo?

Ustedes saben que Jesucristo es la raíz de David. Cristo es la raíz, y una de las ramas es David. Otras de las ramas es José; otras de las ramas es Abraham. Ellos son siervos hermosos, porque ellos expresaron el carácter de Cristo. No importa que estén en el Antiguo Testamento. Abraham vio el día de Jesús, y se alegró. ¿Por qué José es tan parecido a Jesús? Hay más de veinte hechos en que son exactamente lo mismo. ¡José fue un ministro de Jesucristo, David fue un ministro de Jesucristo, y Moisés fue un ministro de Jesucristo!

Cinco obstáculos

Si juntamos el pasajes que leímos de Hechos capítulo 7 y el de Hebreos capítulo 11 referidos a Moisés, vamos a encontrar cinco elementos que eran un obstáculo para que Moisés pudiera llegara ser un siervo de Dios.

Primero, la sabiduría humana. Moisés había sido educado en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en palabra y obras. Aunque era hijo de esclavos, se había criado en el palacio real con los mejores maestros. Toda la sabiduría de los egipcios estaba reunida en Moisés. Los egipcios levantaron las pirámides; tenían una ciencia muy avanzada. El hermano Christian Chen en el libro "Los números en la Biblia", demuestra cómo Moisés había heredado toda la sabiduría de los egipcios. Sin embargo, cuando Moisés escribió Génesis capítulo 1, entonces toda la sabiduría de Moisés fue trastocada, y allí vemos sólo la sabiduría de Dios. La sabiduría humana puede ofrecer un cierto soporte para un ministro, pero no es la piedra de toque. Un ministro de Jesucristo necesita conocer el lenguaje para comunicarse, necesita saber algo de la ciencia para que su inteligencia (numérica) se desarrolle normalmente, pero ni el lenguaje ni la inteligencia (numérica), una vez que están desarrolladas a través de las letras y de las ciencias pueden capacitarlo como ministro de Jesucristo. Entonces son ofrecidos a Dios para que el contenido se pierda, y quede sólo el vaso, el continente. La sabiduría humana necesita ser quebrada.

Segundo, el espíritu mesiánico. Moisés pensaba que Dios le daría libertada a Israel por medio de él. Él pensaba que él era un vaso escogido, que era un mesías. Si nosotros pensamos, como Moisés, que Dios necesita de nosotros para hacer su obra, que nosotros somos algo especial, entonces tenemos un espíritu mesiánico. Y Dios tiene que barrer con eso. Dios tiene que demostrarnos que con nosotros o sin nosotros, él va a hacer su obra. Él es soberano. Él escoge a quien quiere, tú eres prescindible, yo soy prescindible. Si yo me niego, él levantará a otro mejor. El privilegio es mío, no de él. Mi privilegio es tenerlo a él como Señor. Él no recibe ninguna honra con tenerme a mí como siervo.

El espíritu mesiánico tiene que ser barrido. No somos imprescindibles para Dios.

Tercero. La honra y el poder. Moisés era hijo de la hija de Faraón. Eso equivalía a pertenecer a la familia real. Le daba un status muy elevado. Él, en un momento, tuvo que despojarse de sus vestiduras reales, y llevar un mismo vestido durante cuarenta años. ¿Estás tú dispuesto a ser desvestido de tus ricas y hermosas vestiduras y llevar una túnica vieja? La honra y el poder tienen que ser despojados.
En cuarto lugar, los placeres de la vida. Los deleites del pecado estaban a su alcance. Moisés era un príncipe. Él quería hacer todo lo que quisiera; darse todos los placeres imaginables. Pero él los menospreció y escogió el vituperio de Cristo.

Finalmente, en quinto lugar, las riquezas. ¿Podemos imaginarnos el palacio del Faraón? Moisés corría por ese palacio desde su niñez. Los criados se inclinaban delante de él. Todos corrían para atenderlo. Él era tan hermoso con esa vestidura real. Él podía haber heredado el trono de Egipto. Él era poderoso en palabras y obras. Pudo haber reunido ejércitos y haberse coronado como faraón. Pero él sabía que tenía un llamamiento más alto.

A los cuarenta años de edad comienza la escuela para Moisés. Y esa escuela duró otros cuarenta años. Lo que Moisés había construido en los primeros cuarenta años, Dios lo destruye en los próximos cuarenta años. Cuarenta por cuarenta. ¿Cuánto has tomado del mundo? ¿Cuánto ha crecido tu alma aparte de Cristo? ¿Cuánto se ha llenado tu mente de las filosofías humanas? ¿Cuántos años has invertido en esas cosas? Tal vez se necesite una misma cantidad de años para deshacer todas esas cosas, para que por fin estés dispuesto a centrarte absolutamente en Cristo. Pero tenemos esperanza. Aunque puede llevarnos toda la vida, finalmente Cristo será el centro.

Hace un tiempo atrás leí de T. Austin-Sparks que, a medida que él iba avanzando en edad, él iba perdiendo el interés y el gusto por todas las demás cosas, y sólo quería a Cristo. No le interesaba nada más. Admiro la vida de Dios en T. Austin-Sparks. La vida de Dios siempre avanza de esa manera: destruyéndonos de lo que nosotros somos naturalmente, y reconstruyéndonos en Cristo, con Cristo. Sólo con Cristo.

Así, pasaron los segundos cuarenta años en la vida de Moisés. Al cabo de ellos, él ya no tiene ninguna iniciativa. Él ya no se ofrece para nada. Él estuvo con las ovejas cuarenta años. Da la impresión que incluso se llegó a parecer a las ovejas. Él deja que las cosas sean. Él ya no tiene ninguna pretensión. Su autoestima está muy baja.

Cinco objeciones

Cuando Dios lo llama en la zarza ardiente, Moisés presenta cinco objeciones.

Primera: "¿Quién soy yo para hacer esa obra?" ¿Pueden imaginarse a Moisés cuarenta años atrás diciendo eso? No, porque cuarenta años antes él pensaba que Dios les daría libertad por mano suya. Su autoestima ha sido absolutamente destruida.

Segunda. "No sé qué voy a hablar". ¿Acaso Moisés no había sido poderoso en palabra? Ahora él no sabía hablar.

Tercera. "No me creerán". Antes él decía: "Yo soy hijo de la hija de Faraón. Yo puedo sacarlos a ustedes de aquí". Ahora no tengo nada. Tengo apenas una vara para caminar. La forma de hablar, mi elocuencia, ya la perdí. ¿No es verdad que cuando uno se ha criado en un palacio tiene una forma de hablar muy especial? Tiene un hablar muy delicado. Pero un hombre que cuida las ovejas no tiene ese acento palaciego. Su habla es torpe. Las palabras hermosas las olvidó; la exquisitez de su pronunciación ya no está más.

Cuarta: "Soy torpe de lengua". Casi tartamudo. Por eso Aarón tuvo que ir y hablar por él.

Quinta: "Señor, por favor, envía a otro". Y cuando Moisés dijo: "Envía a otro", Dios se enojó. Y dijo: "Yo soy el Señor; yo te envío".

Cuarenta años atrás, Moisés se había ofrecido para hacer la obra, pero Dios no quiere voluntarios. Dios quiere enviar a los que él quiere, aquellos en los cuales él ha trabajado. Efesios 4:11 dice: "Y él constituyó", o, mejor, "él dio". El Señor da apóstoles a la iglesia. El Señor da profetas a la iglesia. Él los da. ¿Cuándo los da? Luego que él ha trabajado primeramente en ellos. Él toma a un hombre, hermoso, que luce muy bien, delicado como un vaso de alabastro, entonces Dios golpea sobre él y lo quiebra. Luego toma cada una de sus partes y las pone en su lugar. Lo hace de forma tan perfecta que parece que fuera el mismo vaso, absolutamente compacto. Pero no está compacto. Está lleno de grietas. Entonces, Dios toma a ese vaso, y dice: "Ahora sí. Ahora te envío, anda. Tú eres un ministro mío". Ahora él lo da a la iglesia. Es un don de Dios para la iglesia. Esa clase de ministro, no otra, la que Dios concede.

La preparación de un ministro. Pablo.

Veamos brevemente a Pablo.

Hechos capítulo 9, versículo 20: "En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios". Aquí tenemos a Pablo recién convertido predicando a Jesucristo en las sinagogas. La consecuencia fue que "pasados muchos días, los judíos resolvieron en consejo matarle" (v.23). Entonces los discípulos tomaron a Pablo y lo enviaron a Jerusalén: "Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle" (v.29). Fíjense ustedes. Comienza predicando en Damasco a los judíos; luego en Jerusalén predica a los griegos. Los unos y los otros reaccionan contra él, y quieren matarlo. ¿Qué hicieron entonces los hermanos con Pablo? Lo llevaron a Tarso, su ciudad. (v.30). Y entonces las iglesias tuvieron paz (v.31) ¡Pablo no estaba aún en condiciones de predicar! ¡Era Pablo usando las armas de Saulo!

Ahora bien, en Gálatas 1 dice que Pablo estuvo en Arabia. (Coincidentemente, Moisés y Pablo estuvieron en Arabia.) Y Arabia representa el 'desierto espiritual'. Pablo desaparece de la escena en el versículo 30 del capítulo 9, y vuelve a aparecer recién en el capítulo 11, versículo 25: "Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquia". ¿Se dan cuenta, amados hermanos, que no hay tal cosa como un Pablo lleno de la sabiduría de Gamaliel , lleno de orgullo por ser fariseo de fariseos , un Pablo que cambia el discurso, pero no la fuente de sus recursos? Pablo pensaba que podía servir a Dios ahora que era convertido, tal como había servido siendo fariseo. Sólo necesitaba cambiar su mensaje, pero no la fuente de sus recursos espirituales. Siendo fariseo era un hombre que actuaba en la carne. ¿Podría servir ahora con la carne a Dios? Imposible. Antes de que eso pueda ocurrir, Pablo tiene que ir a Arabia. Dios tiene que demostrarle a Pablo que lo que aprendió a los pies de Gamaliel no le sirve ahora.

En Filipenses capítulo 3, versículo 3 leemos: "Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo".

Aquí aparece el currículum de Pablo como hombre natural, como fariseo, en esa etapa anterior de Pablo. Aquí aparecen siete elementos que conformaban ese currículum de Pablo en la carne. Él se sentía orgulloso de esas siete cosas: La circuncisión, la raza, la tribu, su excelencia como judío, su condición religiosa, su celo como fariseo, y su intachable justicia que es por la ley. Algunos piensan que estos antecedentes de Pablo fueron los méritos que Dios tuvo en cuenta para escoger a Pablo. Pero si fuera así, ¿por qué Pablo dice que todas esas cosas las estima como pérdida? Aun más, como basura. ¿Pudo David usar las armas de Saúl para vencer a Goliat? Si David hubiese podido entonces Pablo podía utilizar estos recursos. Pero David necesitó una piedra del arroyo, aquellas piedras que Dios había formado en el lecho del río. Esas piedras fueron las que se insertaron en la frente de Goliat. Todo lo que Dios hace da de lleno en Satanás, y lo derrota una y otra vez.

Dos figuras superpuestas

Tenemos a Moisés y tenemos a Pablo. Superpongamos las dos figuras, y saquemos algunas lecciones. Moisés nos enseña a renunciar a Egipto. Pablo nos enseña que hay que renunciar a la tradición religiosa judaica. Egipto representa el mundo. El judaísmo representa a la religión institucionalizada, sin Dios. El mundo no tiene nada que ver con Cristo, porque el mundo entero está bajo el maligno. La religión institucionalizada, es la que llegará a ser Babilonia, y sobre ella caerán los juicios de Dios.

El hombre natural -Moisés el egipcio-, y el hombre carnal -Pablo el fariseo- no pueden servir a Dios. Tanto Moisés como Pablo necesitaron descender a Arabia, y Arabia es la escuela de Dios. En todos los siervos de Dios hay un 'antes de Arabia' y un 'después de Arabia'. Tu vida como siervo de Dios se divide en dos grande etapas: antes de Arabia y después de Arabia. Antes de Arabia eres tú. Después de Arabia es Cristo en ti. Antes de Arabia el vaso está compacto. Después de Arabia, el vaso está resquebrajado.

La iglesia sólo puede ser edificada por ministros de Jesucristo

La iglesia recuperará su gloria inicial cuando los ministros de Efesios 4:11, sean verdaderos ministros de Jesucristo. Su vida y su mensaje han de ser Cristo y sólo Cristo. Ellos tomarán de Cristo una y otra vez, y servirán Cristo a los demás. Todo lo otro que ellos puedan hacer no sirve de nada. Podrán dar charlas morales, hermosos consejos acerca de cómo hacer el bien y evitar el mal, de cómo ser buenos ciudadanos. Pero eso mismo lo hace el mundo.

Sin embargo, la iglesia no puede ser edificada así. La iglesia es mucho más que eso. La iglesia es Cristo en otra forma. Ella sólo puede ser edificada con Cristo. Ella es celestial. Los ministros de Jesucristo también son celestiales. Aunque ellos son sólo vasos de barro, dentro de ellos hay un tesoro celestial.

Amados hermanos y hermanas, tal vez tú no seas un ministro de Jesucristo como los de Efesios 4:11, pero tú eres un siervo y una sierva de Dios. Y los mismos principios que hemos explicado para los ministros de Jesucristo, se aplican a todos los hijos de Dios. Esperamos, si el Señor lo permite, el último día de esta jornada, poder hablar acerca de cómo todos los miembros del cuerpo, pueden ser también ministros de Jesucristo.

Estamos agradecidos del Señor por su misericordia, y también por la paciencia de ustedes. Oremos.

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