La centralidad de Cristo
Eliseo Apablaza
Creo que todos nosotros estamos de acuerdo en que todo lo divino está centrado en Cristo. El Padre lo ha centrado todo en su Hijo Jesucristo. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, el Padre intervino tres veces desde los cielos para mostrar su complacencia en su Hijo.
El Padre todo lo ha centrado en el Hijo
Cuando el Señor Jesús fue bautizado en el Jordán, el Padre dijo: "Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia". Es interesante que en el Nuevo Testamento griego la palabra "complacencia" aparece en tiempo pasado, "en quien me complací", lo cual significa que el Padre no se complace en el Hijo por lo que éste hubiera hecho en su ministerio terrenal, porque aún lo comenzaba.
Sin duda, eso nos remonta al pasado, a la eternidad pasada. Tal vez de refiera a lo que dice el libro de Proverbios 8:30: "Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo". En este pasaje del capítulo 8 (y también en los otros primeros capítulos de Proverbios), la Sabiduría representa al Padre, y la Inteligencia al Hijo. La Inteligencia y la Sabiduría estaban juntas desde la eternidad, y el Padre complaciéndose en el Hijo en la creación del mundo. Por tanto, la complacencia del Padre en su Hijo es anterior al bautismo, antes del ministerio terrenal de Jesucristo.
En el Monte de la Transfiguración, el Padre dijo del Hijo: "Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia, a él oíd". Poco después, antes de ir a la cruz, cuando el Señor dijo: "Padre, glorifica tu nombre", vino una voz del cielo que dijo: "Lo he glorificado y lo glorificaré otra vez".
Tres veces los cielos se abrieron, y se oyó la voz del Padre dando testimonio del Hijo.
En Colosenses 1:16 dice: "Porque en él fueron creadas todas las cosas … todo fue creado por medio de él y para él". En Juan capítulo 5 dice: "Porque como el Padre tiene vida en sí mismo así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo … El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió". La voluntad eterna de Dios es centrar todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
El Espíritu Santo todo lo ha centrado en Cristo
Pero no sólo el Padre: también el Espíritu Santo lo ha centrado todo en Cristo, incluso en el Antiguo Testamento. Aunque allí encontramos sombras y figuras, todas ellas apuntan a Cristo. En 1ª Pedro capítulo 1, versículos 10 y 11 dice: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos".
Subrayemos la expresión "el Espíritu de Cristo que estaba en ellos". Esto significa que en el Antiguo Testamento, cada vez que aparece la palabra Espíritu, se refiere al Espíritu de Cristo. Era el Espíritu de Cristo que hablaba a través de los profetas cuando anunciaban los sufrimientos de Cristo.
Pero no sólo en el Antiguo Testamento; también en el Nuevo. El Señor Jesús dijo: "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí, y vosotros daréis testimonio también". Primero el Espíritu, luego nosotros. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.
El Espíritu Santo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, habla acerca de Cristo.
Las Sagradas Escrituras hablan de Cristo
Pero no sólo el Padre y el Espíritu Santo hablan de Cristo. Las Sagradas Escrituras también. El Señor Jesús les dijo a los judíos: "Escudriñad las Escrituras, porque … ellas son las que dan testimonio de mí". Este pasaje suele ser mal interpretado. Se piensa que en las Escrituras está la vida eterna. Pero lo que en verdad dice es que ellas dan testimonio de Cristo. La vida eterna no está en las Escrituras; está en Cristo. Por eso el Señor le decía a los judíos: "Ustedes confían en las Escrituras, pero no quieren venir a mí que tengo la vida". Las Escrituras sólo hablan de Cristo.
Cuando él habló con los discípulos camino a Emaús, dice que comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. Moisés habló de Jesús, los profetas hablaron de Jesús, todas las Escrituras hablaban de Jesús. El Señor Jesús tomó las Escrituras y se las abrió, para que lo vieran a él.
La Iglesia del Nuevo Testamento dio testimonio de Jesucristo
Pero no sólo el Padre, el Espíritu Santo y las Escrituras hablan de Cristo, la Iglesia en el Nuevo Testamento también hablaba de él. Dice: "Y todos los días por el templo y por las casas no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo". Ellos no enseñaban Teología, no hablaban de muchas y diversas cosas, ellos enseñaban y predicaban a Jesucristo.
Pablo dijo a los corintios: "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo, y a éste crucificado".
Como podemos ver, el propósito de Dios es centrar todas las cosas en Cristo. Así lo hace el Padre, el Espíritu Santo, las Sagradas Escrituras, la Iglesia en el Nuevo Testamento, pero también lo han hecho los grandes hombres de Dios a través de la historia de la iglesia.
Los grandes hombres de Dios del pasado han dado testimonio de Jesucristo
Charles Spurgeon dijo a sus estudiantes: "De todo lo que yo pudiera enseñarles, éste es el punto central: predicad a Cristo siempre y por siempre. Él es todo el evangelio, su Persona, sus oficios, su obra, deben ser nuestro gran tema. El mundo necesita oír hablar de Cristo". Y luego él expresaba como un deseo: "Ojalá que Cristo crucificado fuera el tema universal de todos los hombres de Dios". Y luego decía: "Bendito sea el ministerio para el cual Cristo es todo".
C. H. Mackintosh, un estudioso de las Escrituras del siglo XIX, escribió un estudio del Pentateuco. En todos esos libros él nos mostró a Cristo. Es una maravillosa obra. A. B. Simpson también nos enseñó a ver a Jesucristo en todo el Antiguo Testamento. Él escribió libros que, ya en sus títulos nos hablan de esto: "Cristo en Isaías", "Cristo en Josué", "Cristo en los Salmos", etc. Cristo en todo lugar, desde Génesis a Apocalipsis.
T. Austin-Sparks dijo: "Dondequiera que leamos la Palabra de Dios, la interrogante que siempre debemos tener es: "¿Qué tiene que ver esto con Cristo?". Si usted trae esa pregunta cada vez que lee la Biblia, usted conseguirá una nueva comprensión de las escrituras, un nuevo valor de las Escrituras, porque todas ellas hablan de él".
Ustedes seguramente conocen de Frank Bartleman, el autor de "El avivamiento de la calle Azuza". El gran avivamiento pentecostal en Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Él dijo en cierta ocasión: "Al comienzo de esta obra pentecostal, el Espíritu Santo me enseñó en forma clara que Jesús no debía ser dejado de lado como "perdido en el templo" por la exaltación del Espíritu Santo y los dones del Espíritu" Existía un gran peligro en ese avivamiento pentecostal, y era perder de vista el hecho de que Jesús es el todo y en todos.
"El Espíritu Santo, dijo Bartleman, nunca desvía nuestra atención hacia sí mismo, sino que siempre apunta a Cristo". Él decía: "Hoy corremos un gran peligro, de dejar a Cristo de lado y exaltar la obra del Espíritu Santo". No hay nada más profundo y elevado que conocer a Cristo. Todo lo que Dios nos ha dado tiene el fin de que conozcamos mejor a Cristo. Él continúa diciendo: "Una noche fui impulsado a hablar de Cristo en una reunión en Azuza, habían estado olvidando a Cristo en la exaltación del Espíritu Santo y los dones. Sorprendentemente, cuando comencé a hablar de Cristo, se sorprendieron mucho, pero les produjo una tremenda convicción. Entonces ellos vieron su error y el peligro que corrían".
¿Estamos honrando al Hijo?
La voluntad de Dios es que todo esté centrado en Cristo. ¿Cuál es la situación nuestra hoy? Somos tal vez la última generación. ¿Tenemos todo apuntando a Cristo?
En la parábola de los labradores malvados en Mateo 21, versículo 33 en adelante, encontramos que el Padre plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores y se fue lejos. Al tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. "Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron".
Cuando el Padre envió a su Hijo al mundo, él lo hizo con la esperanza de que él iba a ser respetado, pero su propio pueblo, lo rechazó, y lo mataron. Entonces, dice que Dios: "A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo". La viña fue quitada de los judíos, porque no respetaron a su Hijo. La viña está ahora en nuestro poder. Nosotros somos los "otros" labradores. Pero ¿qué estamos haciendo con el Hijo? ¿Lo estamos respetando? ¿O también le estamos echando fuera?
El pastor rumano Richard Wurmbrand, autor del libro "Torturado por Cristo", estuvo preso en las cárceles rumanas durante 14 años, por causa de Cristo. Cuando salió de allí, él recorrió algunos países de Europa y Estados Unidos. Él quedó fuertemente impactado porque el Cristo por el cual él había sufrido, era menospreciado e ignorado, no era honrado en los ambientes en los que él visitó. Él dijo que fue a los seminarios donde se preparan los pastores, y vio cómo allí se dudaba del nacimiento virginal de Cristo, y muy pocos creían que Cristo había resucitado. Este pastor lloró muchas lágrimas amargas, más fuera de la cárcel que adentro, porque Cristo no era amado como él pensaba que lo sería.
David Wilkerson es un gran predicador evangélico que vive en Estados Unidos. Es el autor de "La Cruz y el Puñal". En un libro titulado: "David Wilkerson exhorta a la iglesia", hay un capítulo que se titula "El hombre más indeseable del mundo". Cuando uno ve el título se pregunta: "¿A quién se referirá? Tal vez se refiera a un gran criminal". Pero cuando uno avanza en la lectura se da cuenta que el hombre más indeseable del mundo es Jesucristo.
Wilkerson dice: "No sólo en los países ateos, sino en el mundo occidental cristiano, el arte contemporáneo se burla de él. El cine hace una caricatura de él. Las grandes fiestas cristianas hacen una caricatura de él, y especialmente en los ambientes cristianos, en los seminarios, los teólogos impíos aborrecen a Cristo. Los programas que ellos estudian, contemplan muchas materias, desde la Filosofía hasta la Sicología, todas las ciencias del Humanismo, pero muy poco de Cristo. En las grandes catedrales hay vitrales en las ventanas, con figuras muy piadosas, pero ese no es el Cristo verdadero. Los grandes líderes han dejado al Cristo santo por un Cristo acomodaticio, adaptado a la necesidad de su propio corazón desviado. Se han inventado un Cristo a su medida. La mayoría de las editoriales y disquerías cristianas son máquinas de hacer dinero a costa de Jesucristo".
Es muy fuerte lo que él dice. ¿Estará equivocado o es verdad?
Hay muchos ambientes cristianos donde Cristo es el gran ausente. El ritual continúa, la reunión sigue su curso, el programa está establecido, pero Cristo no está. Pero tal parece que no importa si no está, pues el Programa lo sabemos de memoria. Laodicea tiene al Señor Jesús fuera de la puerta. Algunos dicen que la iglesia en Laodicea representa la iglesia actual, poco antes de la venida del Señor Jesucristo. ¿Será verdad? ¿Será esa una apreciación correcta?
No obstante, Cristo ama a la Iglesia
Sin embargo, el Señor Jesucristo ama a la Iglesia y él golpea su puerta. Nosotros no le amamos lo suficiente; pero él nos ama maravillosamente.
En las Escrituras encontramos una hermosa alegoría acerca del amor de Dios por su Iglesia, una alegoría del hombre y la mujer, el marido y la esposa. Eso lo encontramos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Si hay alguna relación íntima y hermosa, esta es la relación entre un hombre y una mujer. Y el hombre y la mujer existen para expresar la relación de Cristo y la Iglesia.
En Ezequiel capítulo 16 encontramos la amorosa relación entre Dios y Jerusalén. Vamos a leer desde el versículo 3 hasta el 16. Es un pasaje un poco largo, pero, por favor, a medida que se vaya leyendo, vea usted a Dios como el enamorado, y la mujer que aparece allí, es la amada.
"Y di: Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta. Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía. Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor. Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron; suya eras. Y tomaste de tus vestidos, y te hiciste diversos lugares altos, y fornicaste sobre ellos; cosa semejante nunca había sucedido, ni sucederá más."
Quisiera subrayar algo del versículo 14: "(tu hermosura) era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti". Jerusalén era la ciudad más hermosa, la ciudad deseada. Allí estaba el templo, allí Dios habitaba, de todas las naciones del mundo venían a Jerusalén para adorar. Pero ella no era hermosa en sí misma, sino por la hermosura que Dios había puesto en ella. Pero ella confió en su hermosura, y se prostituyó. Noten el final del versículo 15: "suya eras". Comparen "y fuiste mía" del versículo 8 con "suya eras". Antes era de Dios, después fue de los amantes que ella tuvo: Egipto, Asiria.
Dios sufría por Jerusalén. El amor de Dios por Jerusalén se demostró en que él hizo allí su habitación. Dios había sacado a su pueblo de Egipto, lo trajo por el desierto y lo estableció en Canaán. Fue una redención poderosa. Faraón quedó confundido. El ejército más poderoso de la tierra fue burlado.
El amor perfecto de Cristo por su amada
El amor de Dios por Jerusalén era un gran amor. Sin embargo (¡oh maravilla!) todavía no era el amor perfecto de Cristo por la Iglesia.
El amor de Cristo por la Iglesia se expresó en que él murió por ella. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. ¿Podemos ver qué tremendo es el amor de Cristo? El Padre lo ha centrado todo en su Hijo. Y Cristo murió por la Iglesia. Pero nosotros no le amamos tanto a él.
Ningún marido ha amado a su esposa como Cristo amó a la Iglesia. En el Antiguo Testamento encontramos varios maridos ejemplares, que expresaron un amor muy dulce hacia sus amadas.
Por ejemplo, Isaac, fue un modelo de esposo. Él no escogió a Rebeca, su esposa, pero la amó. Cuando el criado la trajo, él la recibió. Pasaron 20 años en que ella no le dio hijos, pero él la siguió amando. Es admirable el amor de Isaac por Rebeca, sin embargo, Isaac no murió por ella.
Booz es otro modelo de esposo. Él era muy rico, tenía una gran hacienda y criados, y sembradíos. Un día llegó una mujer extranjera, viuda, que recogía espigas en su campo mientras los labradores segaban. Booz no tenía la obligación de tomar a esa mujer y hacerla su esposa. De acuerdo a la ley judía él podía redimirla, pero podía haberla hecho su esclava. Sin embargo, él se casó con Rut, y sus hijos fueron considerados como hijos del marido anterior de ella. Booz engendró hijos en Rut pero eran considerados como de Malhón, su anterior marido. ¡Qué maravilloso amor de Booz por Rut, su esposa! Toda su herencia fue para ella, y para los hijos de ella. Todo lo hizo por amor. Sin embargo, Booz no murió por ella.
Ustedes conocen al profeta Oseas, un profeta que conoció mucho los sufrimientos de Dios por su pueblo. Dios le ordenó que se casara con Gomer, una fornicaria. Contra los recelos de su corazón, él se casó con ella. Y después que ella le dio hijos, se convirtió en una mujer adúltera y se fue de la casa. Entonces Dios le dijo a Oseas: "Anda a buscar a tu mujer". Y cuando salió en su búsqueda, la encontró en muy malas condiciones. Había sido vendida como una esclava. Entonces Oseas tuvo que pagar el precio por ella, y la trajo de vuelta a su casa. ¡Cuán grande fue el amor de Oseas por Gomer, una mujer fornicaria, adúltera y esclava! Sin embargo, Oseas no murió por ella.
El Señor Jesús supera a todos esos maridos en su amor por la Iglesia. Isaac amó a una mujer hermosa, pero la Iglesia no era hermosa cuando el Señor Jesús la amó. Booz amó a una mujer virtuosa, pero la Iglesia no era virtuosa cuando Cristo la amó. Oseas amó y perdonó a la madre de sus hijos, sin embargo el Señor Jesús dio su vida por una mujer indigna.
¿Cómo era la Iglesia antes, cuando él la amó? Sumemos todos nuestros pecados, todos los pecados de los redimidos del mundo, ¿podemos imaginarnos eso? Eso era la iglesia.
Cuando el Señor fue a la cruz, su costado fue abierto por una lanza, y de allí salió sangre y agua. La sangre para borrar nuestros pecados; el agua para limpiarnos y hermosearnos. Para que pudiéramos ser presentados como una esposa hermosa, sin mancha y sin arruga.
¿Podemos imaginar la siguiente escena? El Padre le dice al Hijo: "Tengo una esposa para ti". Entonces Jesús piensa: "Abraham escogió la mejor esposa para su amado hijo Isaac, seguramente el Padre ha escogido una buena esposa para mí". Pero él se lleva una sorpresa, porque la esposa estaba contaminada de pecados. Estaba peor que esa mujer de Ezequiel 16. No había remedio para ella. No bastaba con cambiarle los vestidos contaminados. Él tuvo que morir por ella, para que por Su sangre ella fuera limpiada y por Su palabra fuera embellecida.
Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. El Padre nos dice hoy: "Ved a mi Hijo, escuchadle, amadle, seguidlo", pero nosotros lo estamos ignorando; no le estamos amando lo suficiente. No sé si esto es algo que pasa solamente conmigo; tal vez pase con algunos de ustedes. No le estoy amando lo suficiente.
Nosotros tendemos a olvidarle y a remplazarle con suma facilidad. Permítanme contarles un testimonio personal. Cuando yo tenía como 22 años, era un predicador novato. Cierta vez me invitaron a predicar a un cierto lugar. Yo era muy inexperto, así que temblaba. Estuve 3 días con mucha angustia. Cuando llegó el día, hablé sobre el llamamiento de Moisés, en Éxodo capítulo 3. Y Mientras yo hablaba sobre Moisés, y describía su llamamiento, el Espíritu Santo vino con mucha fuerza, y, literalmente, me cambió el mensaje. Y entonces comencé a hablar de Cristo. Yo tenía mi bosquejo delante de mí, y volvía al llamamiento de Moisés, pero el Espíritu Santo me llevaba a hablar de Cristo. Yo porfiaba a volver sobre lo mío, pero casi sin darme cuenta estaba hablando otra vez de Cristo.
El Espíritu Santo sabe hablar de Cristo mejor que de Moisés. Durante muchos años el Espíritu Santo ha seguido hablando de Cristo en mi corazón. Pero mi corazón es tan duro y obstinado, que cuando tengo que hablar, siempre encuentro algún tema alternativo. Algo interesante, a veces algo tomado de la Sicología o de la Filosofía, algún personaje, incluso alguna historia bíblica atractiva. Pienso que los hermanos se pueden cansar si les hablo sólo de Cristo. Pero el Padre una y otra vez dice: "En él tengo complacencia". Y el Espíritu Santo dice: "Yo no tengo otro tema".
No hables de las bendiciones que tienes, de los logros que has alcanzado, de las experiencias espirituales que puedes exhibir. Eso no sirve mucho. Porque Cristo es el centro de la atención de Dios. Y Cristo murió por mí. Cristo murió por ti.
El amor sufriente de Cristo por la Iglesia
En el Nuevo Testamento, pareciera que no hay testimonios del amor sufriente de Cristo por la Iglesia. Lo último que vemos ahí en cuanto al sufrimiento es por Israel, cuando ellos le echaron de su corazón. Cuando él fue rechazado. Entonces él fue a Betania; allí encontró cobijo; pero la ciudad santa le rechazó. Por eso desde el Monte de los Olivos él miró Jerusalén, y lloró. Lloró por Jerusalén. Lloró por Israel.
¿Creen ustedes que Cristo no llora por la Iglesia hoy? Él la amó hasta morir por ella. Pablo decía: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia". Aquí dice que Cristo tiene aflicciones por la Iglesia. ¡Ahora! Pablo compartía de esos sufrimientos de Cristo por la Iglesia. ¿A qué se debe ese sufrimiento hoy? Claramente, no son los sufrimientos de la cruz. No son los dolores por la expiación de los pecados de ella. La obra redentora se cumplió perfectamente en la cruz. Allí sufrió por ella. Pero, ¿cuáles son los sufrimientos de ahora por la Iglesia?
En Apocalipsis, en la carta del Señor a Éfeso, hay una pequeña evidencia de ese dolor. Le dice a Éfeso: "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor" (Ap.2:4). Muchas veces entendemos esta frase como si el primer amor fuese ese amor inicial que surge en el corazón cuando recién nos convertimos. Sin embargo, el primer amor es el amor más grande, el que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. De todos los amores que podemos tener, el amor de Cristo es el primero.
El Señor es demasiado recatado como para decir: "Me has dejado a mí", por eso dice: "Has dejado tu primer amor". Esta es la queja de amor de Cristo por la Iglesia en Éfeso. ¿Será también la que tiene por nosotros?
Sin embargo, para muchos, estos dos pasajes podrían no ser suficientes para demostrarnos el dolor de Cristo por su Iglesia.
Tal vez los sufrimientos de Pablo, hacia el final de su ministerio, por causa de la apostasía al interior de las iglesias, ayude a entenderlo: "Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia … porque Demas me ha desamparado, amando este mundo …" (2ª Tim.1:15; 4:10). Pablo sufría por haber sido abandonado por sus íntimos.
No hay dolor mayor que el sentirse abandonado por los que uno ama. El dolor más grande es el que se siente por el abandono de alguien a quien uno ama. El dolor de Cristo por su Iglesia hoy se debe a que es ignorado por ella. Al parecer, ella tiene mucho de qué afanarse como para ocuparse de él.
David Wilkerson dice: "Jesucristo sabe lo que significa que le sean infiel a uno. Él ha sufrido con paciencia, pues durante toda la historia su amada Israel le ha sido infiel y ha cometido adulterio espiritual muchísimas veces. El corazón de Cristo anhela una esposa fiel. Desea un pueblo que tenga ojos sólo para él, sin que los separe ningún otro amor ... Es verdad que Jesucristo debe sufrir cuando hay tan pocos que lo aman con todo su ser".
En las Escrituras vemos cómo el Padre honra al Hijo, cómo el Espíritu Santo da testimonio de él, como las Escrituras lo centran todo en él, cómo la Iglesia del Nuevo Testamento vivía para él. Vemos también cómo en la historia los grandes hombres de Dios lo exaltaron a él. Pero hoy nosotros le estamos ignorando, le estamos menospreciando.
Este es el gran drama de la cristiandad hoy. Es nuestra gran falta, nuestro gran pecado. Si Cristo no estás en el centro, entonces no está en ningún lado. Porque el Padre le dio ese lugar central, y todo lo divino está centrado en él.
Que Dios tenga misericordia de nosotros, y nos ayude a darle el primer lugar que le corresponde.
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